¿Será que logramos serenarnos? – JotaJ
Opinión Política

¿Será que logramos serenarnos?

20 mayo, 2019

¿Será un espejismo de mi memoria o realmente existían Tetra Briks de jugo de naranja impresos con los colores de Liberación Nacional? Por lo menos, en mis recuerdos está clarito: mañanas soleadas a inicios de 1986, veo un grupo de chiquillos ondeando banderas del PLN, sonido de silbatos y un verdadero ambiente de fiesta. Inmediatamente al lado de los partidarios de Oscar Arias están los de Calderón haciendo lo suyo.

Esta es una de mi más vividas memorias: una celebración por todas partes con sonrisas y espíritu positivo incluido. A esa edad no entendía muy bien a qué se debía pero, claro está, no me quejaba, como un perenne fanático de la algarabía.


La polarización del debate político en Costa Rica.
Mi nostalgia no suele estar atada a mi paladar. Tanto así, que el reciente fetiche por el regreso de los Guaritos, las Guayabitas y las Rondelas me genera menos gracia que escuchar a un trovador de bar “covereando” De Música Ligera… sin embargo, la imagen de ese Tetra Brik de 1986 me ha obsesionado por años.

Esa sensación se intensifica cuando me atrevo a revisar mis posts de inicios del 2018. Me cuesta creer que hace un cortito año, en época de elecciones, me encontraba agarrado del cuello con amigos que planeaban votar con colores distintos al mío. Opiniones distintas siempre hemos tenido pero el año pasado la vibra cambió y, realmente, cambió… drásticamente.

A ver: Soy el primero en admitir que hay una mayoría de ticos que pecamos de ser unos malcriados y que nos importa un bledo la participación cívica. Aun así…. el año pasado, entre tragos, en WhatsApp hubo mucha tripa, tribu y chicha; tal vez, demasiada.

Momento de revelación. Mi cabeza tiene un talento exquisito para maximizar aspectos negativos; por ejemplo, hace algunas semanas subí una historia en Instagram de un fantástico libro investigativo sobre la dictadura chilena. Puse un comentario que señalaba, en palabras aproximadas, “leyendo sobre lo que pasa cuando la polarización se sale de control”. Exactamente cinco segundos después de poner mi dedo sobre el botón de “compartir”, una amiga, quien conoce muy bien mis inclinaciones políticas, respondió a mi historia calificándola con un escueto “hype”. Quizá tenía razón. Algo de publicidad exagerada (alentada por un par de whiskeys) había en esa historia.

Aun así, sigo defendiendo mi sensación de que hoy estamos lejos del espíritu de competencia sana y diplomática que tiñe a mis recuerdos de los años ochenta. Si algún politólogo o sociólogo puede salir a mi auxilio, se lo agradecería: ¿estamos objetivamente pasando por un periodo de polarización política acrecentada?

A juzgar por las redes sociales, siento que hay dos bandos que han tirado la toalla con respecto al diálogo. Veo como empiezan a abundar apelativos tirados demasiado a la ligera: Chancletudos y panderetas por un lado, comunistas y millonetas por el otro. Los mismos bandos de siempre, pero con una ofuscación nueva (Bueno, tal vez no sea tan nueva; después de todo, Cartago es fiel testigo de lo que pasa cuando realmente no nos logramos poner de acuerdo).

Quiero proponer un par de ejercicios, ambos son insoportablemente incómodos pero necesarios. El primero de ellos es escuchar esta exposición del Profesor Jonathan Haidt sobre los fundamentos morales de los liberales y conservadores (Si le gusta la charla, el libro es aún mejor, The Righteous Mind: Why Good People are Divided by Politics and Religion).

Segundo: cuando ese amigo o familiar molesto (usted sabe exactamente cual) se manifieste en WhatsApp con un comentario políticamente cargado e insufriblemente irritante… tómese dos segundos y trate de contestarse: ¿cuál aspecto de Costa Rica está tratando de defender esta persona?, luego suspenda por tres agonizantes segundos sus usuales juicios. Se los aseguro: siempre existe un terreno medio que podremos percibir.

Quizás la inocencia de mis memorias del 1986 jamás vaya a regresar —Dioscar se ha encargado de arruinar categóricamente buena parte de ellas. Sin embargo, creo que todos podemos jugar un rol proactivo para bajar colectivamente el voltaje de nuestras publicaciones en redes sociales. Escuchar opiniones distintas de manera empática y verificar la veracidad de los posts incendiarios son tan solo dos acciones que podemos implementar inmediatamente y que —estoy seguro— van a contribuir a un ambiente mucho más sano. Creo efusivamente que este enfoque puede lograr que el ciclo electoral del 2020 no caiga en una realidad bizarra y extrema, similar a una con la que tantas otras naciones lidian actualmente.

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